jueves, 23 de enero de 2014

Parusía





Los Últimos Tiempos             
                    y el Reino de Dios

                                                                            Por  Valdivia

  Toda vez que las actuales apariciones de la Virgen está íntimamente ligadas a lo que las Sagradas Escrituras denominan  “últimos tiempos,” Es preciso determinar que se entiende por tal y no confundirlo o asociarlo con el fin del mundo, pues son hechos independientes y distintos entre sí.           
 ¿Qué entendemos por últimos tiempos? Los últimos tiempos del que nos hablan muchas veces las Sagradas Escrituras, empezaron con la primera venida de Cristo y están caracterizados por su falta de fe y bien pudiéramos denominar “tiempos de incredulidad.” Al final de los mismos tendrá lugar la aparición del Anticristo y el  juicio de las Naciones, es decir, un gran castigo sobre el mundo, el cual anuncia con frecuencia tanto los profetas como el mismo Jesucristo, por vivir los hombres alejados de Dios y a espaldas del Evangelio. De este Juicio de Naciones o castigo saldrá purificado y renovado al que ha de seguir una  época de paz admirable y de santidad en la que Cristo habrá de reinar “de un confín a otro de la tierra,” y en la que “todos sus enemigos caerán a sus pies” y le darán vasallaje, teniendo entonces la Iglesia un triunfo glorioso en un nuevo pentecostés. Por tanto, no se debe confundir el  Juicio de Naciones en el que el mundo saldrá purificado, con el Juicio Final que se habrá de verificar al fin de la historia de la humanidad.

   Existen numerosos textos bíblicos en los que claramente se manifiesta la apostasía o falta de fe que caracteriza los últimos tiempos sobrevendrán días difíciles porque habrá hombres egoístas, avaros, amadores de sí mismos y del dinero, jactanciosos, soberbios, maldicientes, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos, desleales, inhumanos, calumniadores, incontinentes, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traidores, temerarios, hinchados, amadores de los placeres más que de Dios. Tendrán ciertamente apariencia de piedad, mas en realidad estarán lejos de ella…y nunca serán capaces de llegar al conocimiento de la verdad…”
“Pues vendrá un tiempo en el que no soportarán más la sana doctrina, antes bien, deseosos de novedades se amontonarán maestros conforme a las pasiones, y apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas…”
   Asimismo, San Judas (I, 17-21) nos dice: “Pero vosotros, carísimos, acordaos de lo predicho por los apóstoles de Nuestro Señor  Jesucristo, que os decían: en los últimos tiempos vendrán impostores que se conducirán según sus impías pasiones.  Estos son los que fomentan las discordias;  hombres animales, sin espíritu. Pero a vosotros, carísimos, edificándoos por vuestra santísima fe, orando por el Espíritu Santo, conservaos  en el amor de Dios, esperando la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.                  
   Existe un testimonio de los primeros siglos de la Iglesia, que si bien no es bíblico sí formula anuncios semejantes a los de los escritos apostólicos. Nos referimos a la Didaché (doctrina de los Apóstoles), documento del siglo primero, y que nos dice:                   
“En los últimos tiempos se multiplicarán los falsos profetas y corruptores y se convertirán en lobos de sus rebaños, y la caridad se convertirá  en odio; tomando pues incremento la iniquidad, los hombres se odiarán mutuamente y se perseguirán y se traicionarán, y entonces aparecerá el engañador del obre diciéndose hijo de Dios y hará señales y prodigios; la tierra será entregada en sus manos y hará iniquidades, tales como nunca se hicieron en los siglos. Entonces lo que los hombres crearon será probado por el fuego, y muchos se escandalizarán y perecerán, más los que perseveren en su fe se salvarán de aquel la maldito; entonces aparecen las señales de la verdad”.                                                    

  Ahora bien, los últimos tiempos también tienen otra característica muy importante, y es el hecho de que son los inmediatamente previos a la Parusía y en la que se habrá de instaurar de modo definitivo el Reino de Dios en la tierra.                             La palabra Parusía viene del griego (Parousía) que significa “hacerse presente o presencia.” En este caso, la Parusía de Nuestro Señor entendemos será de tipo espiritual, es decir, de poder y no la Parusía física que, de acuerdo a la enseñanza del Magisterio de la Iglesia Católica, habrá de llevarse a cabo con la Segunda Venida de Cristo a la tierra.                                                 

   Como consciencia de esta presencia espiritual de Nuestro Señor sobre la tierra, los hombres lo van a servir, adorar, y a glorificar como nunca antes lo ha sido hasta ahora. La Iglesia y el mundo serán renovados y purificado y viviremos el triunfo glorioso de Jesucristo.                 

 Sin pretender desentrañar todo el misterio que envuelve el tema de la Parusía, es importante dejar señaladas algunas cuestiones que el lector debe conocer para mayor claridad y entendimiento sobre el Juicio de Naciones que habrá que tendrá lugar al fin de los tiempos, y el Juicio Final que se desarrollara al término de la historia de la humanidad.                                                         

  De toda nuestra revelación cristiana se deja perfectamente asentado que Jesús de Nazaret, es por derecho, Rey universal, Hijo de Dios con poderío a partir de la Resurrección (Rm. I,1); pero en toda la historia de esta era cristiana en que vivimos está también demostrado que El, no ha sido, ni mucho menos, el Rey universal de hecho.. es decir, Jesucristo, Señor Dios Nuestro, no ha tenido hasta hoy el ejercicio pleno, satisfactorio, incontrastable, de poder soberano que exigen tantas profecías.
  Entonces, tienen que venir días o tiempos en que todo se cumpla. “Pasará el cielo y la tierra, pero no pasará sin cumplirse ninguna de mis palabras” (Mc. XIII, 31) Por tanto, tienen necesariamente que venir tiempos en que Jesús de Nazaret, ungido del Padre, sea de verdad, indiscutiblemente, el Señor Rey de todos y de todo, aquí en este mundo, antes de que este mundo sea consumado. Este tiempo es lo que el libro del Apocalipsis (XX, 3) denomina “Milenio” y corresponde a la época en que Satanás está encadenado por mil años y dará lugar a lo que los mensajes Marianos denominan “el reinado de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.”
  Existen también muchos pasajes bíblicos que hacen referencia a esta época extraordinaria de la Iglesia, en la que habrá un solo rebaño y un solo Pastor, porque se habrá convertido el pueblo de Israel, así como todos los que ahora niegan a Cristo. Al efecto citaremos algunos textos bíblicos:    
*Del famoso milenio (lo que en lenguaje bíblico significa un período largo e indeterminado) ha surgido la doctrina del Milenario y del que es importante dejar ideas claras para evitar confusión.        
   Se entiende por milenarismo, la doctrina que afirma un reinado temporal de Cristo con sus Santos en la tierra, ates del fin del mundo. Al respecto, han surgido los diversos sistemas milenaristas, quedando excluido plenamente el materialista o carnal de Cerinto y el de otras sectas protestantes.       

   Ahora bien, en relación a una milenarismo mitigado, la Sagrada Congregación del Santo Oficio, emitió un decreto de carácter disciplinar de fecha 21 de julio de 1944, en el que dictamino “que no puede enseñarse con seguridad” (tuto docéri non potest; palabras textuales) un reinado del Señor en forma corporal o visible en la tierra.                                                                                         

   Es menester dejar establecido que el “tuto doceri non potest” no equivale a una condenación formal   sino que es simplemente una expresión de desconfianza sobre un tema en el cual se teman peligros. Por ende, el citado “tuto docéri non postes” no es un acto de alcance directamente doctrinal, menos aun dogmático, sino un acto más bien disciplinario.                                                           

   Concluyendo: respecto al milenarismo de tipo materialista la Iglesia ha tenido siempre una actitud de clara condenación; para el milenarismo mitigado su actitud es de desconfianza pero no de formal condenación.
    En cuanto al milenarismo pura y totalmente espiritual no ha habido hasta ahora una condenación magisterial, que alcanzaría a toda una tradición patrística y teológica muy respetable. Y esto es lo que ciertamente nos vemos precisados a admitir.
“…Pídeme y te daré las naciones en herencia  y en posesión los confines de la tierra. Con cetro de hierro los gobernarás, los quebrarás como vaso de alfarero.”(Salmo II, 8-9)     

  Expresiones como estas carecerían de sentido si se refirieran a la vida eterna, pues ya no habrá para entonces más naciones que regir ni pueblos que quebrar.                     “Dominará de mar a mar, de río hasta los cabos de la tierra... se postraran ante El todos los reyes y le servirán  todas las gentes.” (Salmo LXXI, 8,11)                                 

   Aquí se nos revela una grandiosa profecía de la realeza de Jesucristo.  Este es un anuncio de su Reino, que ha de extenderse por todo el orbe.                                              

  “En los últimos días el Señor juzgará a las gentes y dictará sus leyes a numerosos pueblos, y de sus espadas harán rejas de arado y de sus lanzas, hoces. No alzarán la espada, gente contra gente, ni se ejercitaran para la guerra.” (Isaías II, 4; Miqueas IV,3)                        

   “La justicia será el cinturón de sus lomos y la fidelidad ceñirá sus flancos, habitará el lobo con el cordero y el leopardo se acostarán junto al cabrito…la osa y la vaca pacerán lado a lado y juntas acostaran  sus crías; el león comerá paja con el buey. No habrá daño ni destrucción, nadie hará mal en mi monte Santo porque la tierra estará del conocimiento de Dios como una invasión de las aguas del mar.” (Isaías XI, 5-9)                                                                                        “No habrá allí niño nacido para pocos días ni anciano que no haya cumplido los suyos, morir a los cien años sera morir niño, y no llegar a los cien será tenido por maldición… No se fastidiarán en vano ni darán a luz par una muerte prematura, sino que serán la progenie bendita de Yahvé; así ellos como sus descendientes.” (Isaías LXV, 20,23)
 Para los que consideran que todo esto resulta inverosímil, citamos el texto de Zacarías (VII, 6):”…Si esto en aquellos días parece imposible a los ojos del resto de este pueblo, ¡parecerá acaso imposible también a mis ojos?, dice el Señor de los ejércitos.”                              Existen también muchos mensajes de la Santísima Virgen María en las apariciones actuales que hacen referencia a esta época de paz y santidad admirable, como por ejemplo en las manifestaciones de Nuestra Señora en La Salette, Francia, Fátima, Portugal.                                
   ¡Y Jesús reinará! Jesús, quien nos enseño la oración diaria (Padre-nuestro), con el objeto de invocar la venida de su Reino a la tierra, podrá ver al fin completada su oración. El reinará. El restaurará su Reino y esta creación volverá a ser como un jardín donde Cristo Jesús será glorificado; donde su Reino será querido y exaltado. Este será  un reino universal de gracia y belleza, de armonía, de comunión, de santidad, de justicia y de paz.                     

   El Espíritu Santo descenderá como fuegos, pero de forma diferente al primer Pentecostés. Será un fuego que queme y purifique; transforme y santifique; que renueve la tierra desde sus mismas entrañas, que abra los corazones a la realidad de la vida y lleve a las almas a la plenitud y a la santidad de la gracia.     

  Finalmente, su Santidad Pío XII en su mensaje de Resurrección del año de 1958 nos dijo: “Antes de que la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, descienda del Cielo del lado de Dios, ataviada como una esposa que se engalana para su esposo, gozará el hombre de verdadera felicidad sobre la tierra. La dignidad humana será respetada, las necesidades satisfechas y disfrutaran de una verdadera y larguísima era de orden, paz y justicia.”                                      

  Así pues, la Sagrada Escritura anuncia una época admirable, de paz universal, y de santidad, que ha de tener lugar después del Juicio de las Naciones, cuando se convierta el pueblo de Israel serán exterminados todos los enemigos de Cristo, ya que El habrá instaurado su Reino espiritual sobre todos y sobre todo; un reinado, por consiguiente mucho más completo que el actual sobre dispersas minorías católicas. Se cumplirá explícitamente el admirable texto Paulino de Efesios (I, 9-10):   "Dios ha querido darnos ahora a conocer el misterio de su voluntad…lo que El se propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo (lo de los cielos y lo de la tierra) quede reordenado o restaurado en Cristo, bajo su jerarquía soberana.”                               

  Afirmamos que Cristo cumple su misión de Profeta y  Sacerdote, y en la tierra empieza ya de algún  modo y en cierta dimensión, su reinado; un reinado que se realiza y se extiende en la Iglesia. Actualmente no es todavía un reinado pleno; ni lo acatan todos los hombres ni alcanza todas las cosas.      El es sólo “derecho” Rey universal. NO lo es todavía “de hecho.” El no quiere imponerse quiere que lo acepten, y la realidad de las cosas es que hoy en día (estos últimos tiempos) va creciendo alarmantemente el número de los que no lo aceptan, y aún más, de los que lo combaten, lo ignoran o toman por loco. A pesar de todo, los designios de Dios son inexorables y tienen fiel cumplimiento. El Reino de Dios que se instaura con la Parusía, queda establecido espiritualmente en la tierra, abarcándolo todo, y ante El, el Jesús, el desdeñado, ultrajado, insultado por tantos y tantos, “se doblará toda rodilla y toda ley proclamará que solo El es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Fil. II, 10-11)                             
Así, más de un viejo salmo dejará entonces de ser pura profecía o piadoso deseo.    

En conclusión, entendemos que los tiempos que nos han tocado vivir,  si bien son graves por la apostasía generalizada que se acrecienta, no obstante debemos aumentar nuestra fe en Dios Nuestro Señor porque su Reino se acerca, y debe ser motivo de gozosa esperanza si luchamos por cumplir fielmente su voluntad.    
  Sin embargo, este nuevo Pentecostés que se avecina para la Iglesia no se nos dará gratuitamente; al igual que Cristo Nuestro Señor para consumar la obra maravillosa de la redención hubo que abrazarse a su penosa pasión y muerte de Cruz, amando la voluntad de su Padre, así  también nosotros, con la ayuda siempre presente de nuestra Madre del Cielo, habremos de beber el cáliz amargo de nuestra pasión, en la tribulación que ya es inminente.  

   La Santísima Virgen María, en sus apariciones y por decreto divino, nos viene a ofrecer un refugio seguro, un arca de salvación: Su Inmaculado Corazón. Si nosotros nos convertimos nada tenemos que temer, y con la gracia divina perseveraremos hasta el fin y seremos elegidos para vivir el Reino de Dios.    


¡Sea para gloria de Dios!





                  Referencia Bibliográfica:
“ESTRELLA”,
Revista Católica Mensual
Agosto de 1988
II Época Núm. 207
Paginas 16-25


                                                            Cruzada Cordimariana